En estos tiempos de encierro obligado al que nos ha sometido el Covid19 podemos aprovechar la oportunidad para mejor nuestras relaciones familiares, o para tratar de reparar afectos dañados de tiempo atrás y que sin que lo notemos, nos están haciendo daño.
Por Rosa Tequida
Las relaciones entre los miembros de una familia no son fáciles para nadie, son muchos los factores que influyen en los conflictos familiares: pueden ser desde las diferencias de carácter; niveles de educación, brecha generacional, historia familiar, hasta la falta de tiempo para conocerse mejor y aprender a aceptarse sabiendo a pesar de todas las diferencias que puedan surgir en la esfera de la convivencia familiar, al final siempre hay lazos firmes que nos unen ya sea por sangre que por sentimientos.
Es la vida que hemos pasado juntos los momentos tristes, alegres y difíciles que hemos enfrentado juntos lo que mas nos une. Los detalles de una convivencia cotidiana crean poco a poco lazos sentimentales muy fuertes que con el tiempo, se convierten en pilares de nuestra vida y cuando estos pilares se tambalean pueden afectar enormemente nuestra estabilidad emocional.
He conocido parejas que se divorcian amigablemente, se enamoran de nuevo rehacen sus vidas pero la relación sentimental que habían creado durante los años de su primer matrimonio la continúan naturalmente, siguen unidos por los hijos en común en una fiel amistad basada en el respeto mutuo y lo largo de sus vidas siguen siendo uno para el otro ese soporte moral que todos necesitamos en un momento determinado.
En el caso de los lazos familiares consanguíneos nadie puede elegir una madre, un padre, un hijo o una hija, un hermano, una hermana, un abuelo o una abuela. Están allí y basta son parte de nuestra vida, es necesario aceptarlos con sus diferencias para vivir una vida mas serena y plena. Aceptarlos no significa siempre que tengamos que vivir junto a ellos, significa estar abiertos a mantener una relación sincera, cordial basada en el respeto y que nos permita seguir siendo una familia sin necesidad de renunciar el uno al otro.
Las relaciones humanas son por naturaleza frágiles en el caso de la familia, conviene estar siempre abierto a inyectar permanentemente dosis de generosidad, tolerancia, paciencia y amor en el sentido mas amplio de la palabra, para hacer que estas relaciones crezcan en armonía.
Pequeñas crisis familiares que terminan fracturando la relación.
La crisis momentáneas causadas por el estrés de trabajo, problemas económicos o diferencias personales pueden afectar grandemente la armonía de las relaciones familiares provocando conflictos que inician con discusiones banales y que después se convierten en rupturas temporales o permanentes entre los miembros de una familia.
Estas rupturas que podrían haberse resuelto con un poco de sentido común, terminan ocasionando daños emocionales difíciles de reparar, porque a decir verdad, inmersos en el ritmo frenético de la vida moderna, no encontramos el tiempo para estar con nosotros mismos y reflexionar con tranquilidad sobre el valor que representan para nosotros cada uno de los miembros de nuestra familia.
A veces preferimos renunciar a una relación porque es una la salida mas fácil que pensar en una solución o dejamos que los sentimientos negativos nos invadan sin meditar cuanto pueden ser dañinos para los miembros de la familia, pero sobre todo cuanto pueden ser autodestructivos para nosotros mismos.
Como sucede en cualquier relación, es necesaria una dosis de tolerancia, de flexibilidad hacia el carácter y las cosas que nos gustan de los miembros de nuestra familia.
Existen muchos otros ingredientes indispensables, por decirlo de algún modo, que ayudan a que las relaciones familiares sean mas estables como el respeto, la honestidad, la generosidad, la capacidad de escuchar y la entrega a una relación.
Este podría ser un buen momento para acercarnos a los miembros de nuestra familia para hablar de temas que por semanas, meses o años han sido intocables; para tratar de resolver con amor las diferencias que nos han alejado; para perdonarse y reencontrase con una visión distinta de nuestra relación familiar. Quizá es el momento de ver con ojos nuevos a cada uno de los miembros de nuestra familia y revalorar el significado que representan en nuestra vida.
Sera sin duda un grande alivio el poder liberarse del horrible peso que significa negar la palabra a un miembro de la familia; odiar sin un motivo verdaderamente valido. El enojo y resentimiento son emociones que se pueden nutrir fácilmente por alguien a quien una vez respetamos, amamos o creímos amar y que decepcionó nuestras expectativas.
Podría ayudar mucho el reflexionar sobre el aspecto en común que nos une como género: somos humanos y por lo tanto seres susceptibles a equivocarnos a cometer errores; pero también seres con la capacidad de razonar y meditar sobre las decisiones que pueden mejorar nuestra vida y la de los que nos rodean.
Es cierto que es muy común que las personas que nos desilusionan mas en la vida son nuestros parientes, amigos, maridos, hijos, padres, hermanos etc. pero si no mostramos una firme disposición para enfrentar las diferencias; dar la cara al rencor o al dolor que aflige en secreto nuestra alma, nuestras relaciones familiares pueden llegar a ser muy frustrantes en lugar de ser un elemento de fuerza e impulso en nuestras vidas.
No existe la familia perfecta sólo miembros que se esfuerzan cada día por dar lo mejor de sí mismos.
La familia es un núcleo social vivo, dinámico que demanda siempre nuestra atención. No dejemos que nuestra familia viva la tristeza del abandono.
Rosa Tequida, cuenta con más de 15 años de experiencia en medios de comunicación. Estudio una licenciatura en Ciencias de la Comunicación; tiene un master en Comunicación Internacional y actualmente es candidata a un máster en filosofía.